Pedro Sánchez lidera personalmente la ofensiva contra los jueces

Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados.
Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados.

Cuando algo ocurre una vez, puede ser un error. Dos, podría ser una tremenda casualidad. Pero cuando un Ejecutivo arremete de forma continua y pública contra el Poder Judicial, está claro que se trata de una estrategia. La meta del PSOE de Sánchez es clara: derribar a aquellos cuya misión es salvaguardar la democracia española. Es decir, nuestros jueces.

Históricamente siempre ha habido políticos extremos que querían anular al poder judicial, pues coartaba sus ansias de gobernar de forma absoluta y sin control legal. Estos gobiernos se han llamado tradicionalmente dictaduras, encubiertas o no. Pero desde nuestra Transición no había ocurrido en España que esa acción desenfrenada contra la justicia la haya protagonizado el partido en el poder. Y con el apoyo irracional de sus votantes, muchos de los cuales se siguen  autodefiniendo como “de izquierdas” cuando en realidad están actuando como auténticos fanáticos ultraizquierdistas. Es evidente que aquel PSOE que representaba a un partido de Estado de centro-izquierda empezó a morir con Zapatero… y Sánchez lo ha enterrado ¿definitivamente?

Hace pocas semanas escribía en este medio sobre el acoso de los líderes socialistas al magistrado de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón por su investigación a Tsunami Democrátic, ya que ponía en peligro la amnistía con la que el PSOE había comprado los 7 votos de Junts.

En aquel entonces recordaba a los lectores cómo en 2002 Hugo Chávez había arremetido contra los jueces y anunciado la creación de una comisión para investigar a los miembros del Supremo en una maniobra de destrucción de la separación de poderes. Chávez decía que había una “persecución personal” contra él… ¿les suena familiar?

Ahora el turno le ha tocado al juez Juan Carlos Peinado, quien está sufriendo una campaña de acoso salvaje desde hace unos días, teatralizada y alimentada por el “retiro espiritual” de Sánchez y la movilización de sus palmeros en las calles. No olvidemos que lo único que ha hecho Peinado es admitir a trámite una denuncia del sindicato Manos Limpias, por la que ha abierto una investigación a Begoña Gómez por un presunto delito de tráfico de influencias y otro de corrupción en los negocios. Es decir, el juez está simplemente haciendo su trabajo: investigar si hay delito o no en las acciones de Gómez como denuncia Manos Limpias. Nada más.

Pues bien, desde entonces Peinado no ha dejado de recibir mensajes intimidatorios. Como ocurre habitualmente en las dictaduras. Como hacían los nazis. Cómo se hace aún en Cuba o Venezuela. Y también por supuesto en Corea del Norte. Aunque ahí ni siquiera se atreven a salir a la calle.

Es absolutamente asqueroso, por ausencia de un término más explicativo, que un gobierno que se supone democrático siembre y aliente dudas sobre el poder judicial español. Este poder es el único que nos da garantías de que se pueda controlar a los corruptos, por muy poderosos que sean. ¿Acaso no han sido condenados políticos de todos los colores sin importar su partido? Es verdaderamente de locos el fanatismo que Sánchez y sus secuaces han logrado contagiar a sus seguidores, que ya no piensan por sí mismos y han perdido cualquier capacidad de análisis objetivo. 

Que Sánchez siga o no (a la hora de escribir esta tribuna aún no se ha anunciado) es lo de menos. Lo importante es que los políticos deben dejar a los jueces en paz. Y los ciudadanos debemos estar de acuerdo en este punto básico, votemos a quien votemos. De lo contrario, puede ser el fin de nuestra democracia tal y como la conocemos.

Miguel Ángel Rodríguez Caveda es periodista, ganador de tres premios Emmy y presidente de la consultora internacional de comunicación 3AW.

 
Comentarios